the smile

Diseño de The Smile: entrevista a Alison Brooks

The Smile, la instalación en madera laminada transversalmente (CLT) de tulipwood, diseñada y elaborada en ocasión del Festival de Diseño de Londres de este año, transmite ligereza y alegría. A pesar de su considerable tamaño, la cantidad de material utilizado y la cuidadosa planificación e ingeniería que requirió su diseño y construcción, es alegre y sí, hace sonreír.

Gran parte del mérito hay que atribuírselo a la arquitecta Alison Brooks, quien, una vez recibido el encargo de su cliente —AHEC (Consejo de Exportación de Madera de Frondosas Estadounidenses)— de producir algo que explotase las propiedades de la CLT de tulipwood, ideó el concepto de una viga que se curva hacia arriba en ambos extremos. Su satisfacción con el proyecto, pese al ingente trabajo y los reveses que supuso, es evidente. La dicha que la embarga al ejecutarlo se traduce en el objeto (no, edificio) que ha concebido.

Y no es porque Brooks no sea una arquitecta seria. Tiene excelentes credenciales como diseñadora de proyectos de vivienda y de más envergadura, en particular en el ámbito de la educación, y formó parte del equipo que diseñó el proyecto Accordia, galardonado con el Premio Stirling, en Cambridge. No obstante, disfrutó de la sensación de liberación que le produjo diseñar The Smile, por ser un programa muy distinto.

«Es fantástico no estar limitado por todas las exigencias que plantea un edificio típico», explica. «Es liberador. Es fascinante centrarse en la parte experiencial de crear un objeto. Te ayuda a entender el espacio de otra manera. Con suerte, abrirá los ojos de los demás a un nuevo entorno».

La alegría que sintió también venía de su amor por trabajar con madera. David Venables, director de AHEC para Europa, explica: «Nuestra relación con Alison se remonta a más de 10 años. Nos conocimos en las conferencias para arquitectos que organizamos en Alemania, donde la oímos hablar de su uso pionero de la madera para viviendas asequibles. Hay una simplicidad inteligente en su arquitectura, además de una buena dosis de humildad. De forma muy discreta, ejerce una influencia en el pensamiento y lo cambia».

Brooks, que es canadiense, siente un amor particular por el cerezo, una madera con la que ha crecido y que ha utilizado extensamente en uno de los edificios que ha diseñado recientemente, el Exeter College de Oxford. En una de las áreas de dicho edificio también investigó el uso de la madera laminada encolada de tulipwood, aunque al final tuvo que dejar de usarla porque su contratista, en ausencia de una norma británica, no estaba dispuesto a trabajar con un material desconocido. La madera de cerezo es relativamente nueva para Brooks, pero le ha robado el corazón.

«Creo que es una madera muy interesante», señala. «No es pesada, lo que es útil; además tiene carácter y una fibra compacta. No soy una gran fan de la madera de fibra profunda, como la de roble. No me gusta que tenga pequeños orificios que puedan rellenarse y volverse negros. A veces se obtiene un brillo interesante en maderas como el tulipwood y el cerezo, porque son de crecimiento relativamente lento». El tulipwood también presenta una considerable variación de color, lo que a Brooks le encanta. 

Así, la arquitecta se encontraba en una excelente posición para llevar a cabo este proyecto, pero ¿cómo lo abordó? «Parte de las instrucciones del encargo», comenta, «era que AHEC quería poner a prueba la CLT de tulipwood y demostrar su rendimiento en forma de una serie de productos de construcción. Querían que lo que yo diseñara demostrase la capacidad y habilidad estructurales de esa madera.

«Así que en lugar de un elemento decorativo o una pieza pequeña, pensé inmediatamente que debía ser una estructura que funcionase con componentes grandes y material revestido. ¿Cómo podía utilizar ese material para que hiciera gala de las propiedades estructurales de la CLT?».

En sus palabras: «Pensé inmediatamente en hacer un voladizo. Y la idea de utilizar elementos de gran formato como láminas, y expresar su capacidad, supone que hay que convertirlos en una viga. Se trata de elementos de cuatro lados que funcionan muy bien en tensión y compresión. ¿No sería fantástico construir un enorme tubo de madera en voladizo? No debía de requerir mucha estructura adicional construir la pieza. Y podría ser un elemento independiente.

«Tenía que ser una estructura autoportante autónoma. Pensé en el diagrama de vigas en flexión que forma una curva. La idea de poder estar en su interior era interesante». 

Y así nació The Smile. El tubo de madera contra-laminada (CLT) es una forma intrínsecamente fuerte, como lo es la de un tubo de acero. La curva se obtiene formando un voladizo desde un único punto en el centro. Hay una abertura en cada extremo que ofrece vistas al exterior. Los visitantes suben por la pendiente de la curva para disfrutar de estas vistas, y encuentran una barandilla de vidrio con un pasamanos, que Brooks describe como «el pasamanos de un barco». Según Brooks, «ofrece una experiencia espacial bastante extraña. Tiene una calidad lúdica, al situarse entre una estructura paisajística y un edificio. Y crea espacios debajo».

En una fase del diseño, los lados del tubo también eran curvos y se estrechaban en la «cintura», situada en el centro, pero a pesar de que esto contribuía a la «emocionante sensación» espacial, las curvas resultaron ser demasiado pronunciadas para el proceso de fabricación. Aún menos factible en términos estructurales y de seguridad de los visitantes fue la presunción inicial de Brooks de que The Smile no se fijase sino que reposase libremente en su base para poder oscilar al entrar la gente.

No obstante, la arquitecta ha pensado muy detenidamente en cómo mejorar la experiencia del visitante. El tulipwood quedará expuesto tanto en el exterior como en el interior de la estructura, algo que solo es posible con este tipo de edificio temporal, que no necesita aislamiento. Aunque Brooks ya había trabajado con madera laminada encolada, nunca había tenido anteriormente la oportunidad de trabajar con madera contra-laminada (CLT). Si bien había tratado de especificar esa madera, no había podido utilizarla sin un gran número de capas adicionales, debido a factores como, por ejemplo, las restricciones acústicas». Aquí pretende poner de relieve el material, el aspecto tan diferente que tiene respecto al de la madera de coníferas. «La principal diferencia es que no hay nudos», explica. «Con la madera de coníferas, la madera laminada encolada tiene un aspecto de madera de pino con nudos que es muy rústico y no me gusta. En cambio, la CLT de frondosas carece de nudos.

Los pequeños orificios, perforados en un ángulo oblicuo a través de la madera, permiten filtrar la luz. Están situados en las partes menos cargadas de la estructura e indican dónde se aplican las tensiones. Según Brooks: «Cada vez que hay un cambio en los cálculos, las posiciones de los agujeros cambian».

Evidentemente, Brooks ha pensado detenidamente en la manera en que The Smile interactúa con la luz. Durante el día, la estructura recibe predominantemente la luz del día, pero por la noche produce un fuerte efecto, aunque simple, en el que ha trabajado con el diseñador de iluminación. De cada extremo sale un haz de luz que se extiende a lo largo del suelo y alarga de manera efectiva la estructura.

Si bien Brooks puede haber sentido la liberación de no verse limitada por las restricciones de detallar un edificio, en esta instalación los detalles necesarios son simples y están bien pensados. Así, hay una rampa para personas con discapacidad que conduce a la puerta situada en el centro. La cubierta de la estructura es un tejado de membrana sencilla (el presupuesto no permitía construir un tejado ajardinado). El agua baja a un canal situado en el centro, conectado a un desagüe que la desvía de la parte posterior de la estructura. 

Brooks está tan contenta con el proyecto que no es de extrañar que se le ocurriera darle el nombre de The Smile. «Fue el primer nombre que pensamos», explica.