Gareth Neal empezó pensando en las formas de algunas piezas genéricas de vajilla, como son los jarrones y demás recipientes clásicos. Comenta: «Al principio pensaba en algo muy funcional. Luego me dije: salgamos de lo corriente». Pidió ir al despacho de Zaha Hadid y trabajar con el software de modelado que utiliza. De ahí surgió la idea de extrudir la forma a lo largo de uno de sus ejes, con una abertura tipo ranura en el extremo que permitiera al espectador ver lo que describe como «un espacio parecido a una catedral». Le interesaba el contraste entre el sello del fabricante y el proceso mecánico de diseño, así como el hecho de que el proceso de diseño y la elaboración produjeran estrías análogas a las creadas por el pulgar de un alfarero.

«Partiendo de la forma de la vasija tradicional, alteramos su aspecto al máximo imitando la técnica tradicional de tallado. Con ello espero que las piezas incorporen un diseño que dé la sensación de ser un objeto hecho a mano y el brazo de un robot, y cuestione así la percepción del arte decorativo y la artesanía que tiene el espectador», explica Zaha Hadid.